Conocí a Don Giuseppe en el 80, italiano, radicado en el Perú desde el final de su adolescencia. Personaje simpatiquísimo, cincuentón, alto, robusto, siempre rebosante de buen humor.
Las veces que pienso en Giuseppe, se me viene a la mente unos espaguetis al ajo que le quedaban deliciosos –justificación suficiente para mis continuas visitas-
Lo recuerdo también con una innata habilidad en sacarle a cualquier conversación destellos de humorismo, lo que hacía un verdadero placer conversar con él.
Y por último, no olvido tampoco el humeante ambiente que uno compartía, gracias al tabaco –inseparable compañero de mi recordado amigo-
Giuseppe no gastaba en fósforos, ya que encendía el cigarrillo con el pucho anterior. El dedo índice y el medio de la mano derecha, tenían un color amarillento oscuro, también era inconfundible el olor característico de Giuseppe… era una mezcla de “agua brava” –colonia horrible que usaban mucho en los 80- y cigarrillos.
Don Giuseppe llevaba consigo 3 cajetillas de cigarrillos, si mal no recuerdo eran dos de “Premier” y uno de “Inca” que era tabaco negro, en verdad no sé por qué razón le gustaba intercalar rubios con negros.
Una vez me atreví a preguntarle si no temía que su salud se viera comprometida a causa del tabaco…y él me contestó: “De todas maneras, uno de algo se tiene que morir”…y a esto agregó: “Además lo bailado y lo comido nadie te lo quita”…típicas respuestas que hasta ahora después de 30 años las sigo escuchando.
A mediados del 80 me fui a Guayaquil y me quedé unos 17 años. Al comienzo mantenía comunicación escrita con Giuseppe pero después por alguna razón dejamos de hacerlo.
Después de mucho tiempo volví a ver a mi querido amigo, ahora octogenario. Me quedé un poco afligido, ya que la última imagen que tenía de él era totalmente distinta… claro, es obvio que todo el mundo cambia, pero Giuseppe estaba muy deteriorado, la otrora persona robusta estaba desgarbada, débil, el paso era lento y torpe, la respiración era entrecortada y se agitaba con facilidad.
Nos dimos después de muchos años un afectuoso abrazo, me di cuenta que una de las cosas que conservaba era su estupendo buen sentido del humor, tanto así que enfrentaba con dignidad estoica su estado de salud y me dijo como bromeando, que además del ENFISEMA PULMONAR que padecía, también le habían detectado CANCER al pulmón.
La personalidad de mi amigo era más o menos “a lo hecho pecho” nunca se atrevió a reconocer que algunas de sus acciones fueron erróneas, pero yo estaba seguro que en el fondo –precisamente por su misma personalidad- hubiera querido una buena vida al final… hubiera querido compartir más tiempo con su esposa….con sus nietos…disfrutando de esa madurez y sabiduría que un octogenario llega a poseer.
Poco después de ese encuentro, Giuseppe muere. Cada mes que voy al camposanto a visitar a mis padres, siempre acudo a la tumba de mi inolvidable amigo.
A veces creemos que la juventud nos va a durar toda la vida, caemos en excesos sin darnos cuenta, otros en cambio a pesar que estamos conscientes de las repercusiones, más pueden los desatinados placeres.
So pretexto que la vida es corta… pisan el acelerador a fondo, cuando quieren frenar es posible que el organismo haya sido estropeado severamente y sea tarde….para una VIDA SANA
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