Bull,
bulldog, bullshit, bullfight son términos que los he escuchado toda la vida y
hace relativamente poco se del Redbull. Sin embargo, desde hace unos 3 o 4 años
escucho una nueva expresión, siempre por los noticieros: BULLYNG
Y
tocaré el tema porque considero que es muy importante, ya que veo que se está
escapando un poco de las manos y necesitamos buscar soluciones. El bullyng
siempre ha existido, a diferencia de hoy, los chicos de antes no pensaban ni
remotamente en suicidios, ahora parece que sí y unos pocos llegan a cometerlos.
El
bullyng se refiere al abuso físico y/o sicológico que existen en los colegios,
patrocinados por un alumno o un grupo de ellos hacia otro igual. Generalmente
el auspiciador del abuso será, o mayor o más alto o más fuerte y en cualquiera
de los casos bruto y sin empatía. Por otro lado la víctima se caracteriza por
ser tímido, retraído, temeroso, físicamente más débil, con baja autoestima y
con pocos amigos y los pocos… de similar condición. También existe el abusador
que es admirado, inteligente y manipulador, este es el que mete cizaña y azuza
con buen control a un grupo determinado para atormentar a su víctima, Tiene la
habilidad de mortificar duramente sea esto por condición económica, forma de
vestir y por su puesto por opción sexual diferente.
Voy
a narrar mi propia experiencia como víctima de bullyng y cómo de alguna manera
se resolvió. Debo precisar que este es mi caso personal y por tal razón no
necesariamente debe ser tomado en cuenta como patrón para solucionar casos
actuales.
Mi
relato comienza en 1968 a mis 6 años, el cambio de un país a otro, de una casa
a otra y de una escuela pública a un gran colegio en Lima.
Mi primo hermano, en ese entonces de 12 años
estudiaba en el mismo colegio en grados superiores, a él le encantaba la hora
de la salida, ya que obligaba a pelearme con Toño, un niño de mi misma edad
pero más corpulento. Toño brillaba mucho
en los deportes, dominaba estupendamente la pelota siendo seleccionado de
futbol del salón para más grande ser del colegio. Era un niño espigado, ágil y hábil para los deportes y por sobre todo muy
diestro para…pelear.
Estando en clases me aterrorizaba cada vez que
las horas transcurrían, sabía que se acercaba mi final. Ahora me da risa, pero
recuerdo que le pedía a Dios que me convirtiera en un pajarillo para volar y
escapar a casa, nunca se me hizo el milagro.
Hacían
una ronda, una circunferencia más o menos grande y los peleadores al medio, me
olvidaba de decirles que Toño y yo no éramos los únicos que daban diversión, ya
que había un total de 3 peleas en promedio.
Demás
está decirles que yo siempre llevaba la
peor parte, la tirada al pasto –felizmente no era piso- era lo primero que acontecía, para luego, yo
boca arriba… bloquearme aplastando cada uno de mis brazos con cada una de sus
rodillas, dejando sus manos libres y esperar el ir y venir de sus puños,
imagino que no eran muchos manotazos ya que nos separaban rápido pero esos
pocos bastaban a veces para ver algo de sangre, la mía. Las carcajadas burlonas
de todos eran el complemento al finalizar la faena.
La
verdad es que Toño aunque se divertía peleando, de alguna manera fue víctima de
los chicos mayores al ser manipulado. Cuando
llegaba a casa magullado no comentaba lo
sucedido a mis padres, no sé por qué.
En
el 73´ a los 11años me volvieron a cambiar de colegio, de nuevo regrese a uno
público, recuerdo que fue chocante, las diferencias entre un colegio particular y uno estatal son abismales.
Ese
primer año de secundaria fue caótico para mí, me fue muchísimo peor que el
anterior colegio. Se me viene a la mente a un compañero de clases de apellido
Lobatón –como olvidarlo- 2 años mayor a mí, siempre me maltrataba físicamente
pero hubo una ocasión que fue la peor de todas, empezó a pegarme repetidamente con un palo de
madera, esos palos que se llaman cuartones (madera cuadrada con 4 esquinas) yo no
tenía otra que cubrirme y por intuición sacrificaba mi antebrazo por salvar mi
cabeza.
Felizmente
no llegó a fracturarme el brazo, pero si hubieron grandes moretones oscuros y
dolorosos. Ese año me fue tan mal en los estudios que repetí de año.
Mi
padre, médico de profesión, me matriculó en las vacaciones del año 74´ en una
escuela de Karate,.. Para que ganes confianza -me decía-. Yo con tantos golpes
recibidos por bullyng no quería ir a recibir más golpes, buena lógica (en ese
entonces un hijo no tomaba fácilmente decisiones propias, si el padre dice que
tienes que ir simplemente vas y ya)
Pero
enhorabuena las cosas resultaron muy diferentes a lo pensado, los profesores
eran geniales, caían muy bien y te daban confianza. Pasando poco tiempo, tuve
la oportunidad de realizar una pequeña pelea deportiva, no me fue tan mal a
pesar de que perdí, sentía como que había peleado de verdad pero sin haber
salido aporreado, y a partir de ahí hubieron muchas más prácticas ganando cada
vez algo más de conocimientos pero sobre todo gané mucha CONFIANZA en mí mismo.
El
74´fue un excelente año, ese ápice de seguridad que tenía, hacía que exteriorizara
una mejor imagen con una autoestima más elevada.
Los miedos estaban mejor controlados, hasta que llego un día en la que el chico
agresor del salón arremetió contra mí, nuevamente sentí miedo pero esta vez sin
pánico, me defendí bien, sentía que los golpes dolían menos, ahora no
era solo yo el que recibía sino también el que daba.. Gané de largo la
pelea, estaba con buen estado físico ya que mi entrenamiento no había parado. No fui agresivo,
solo me defendí y lo llegué a bloquear hasta
que desistió y se paró la pelea.
Ese
año y los subsiguientes no fui molestado más y por su puesto nunca me pase al otro
bando… al de los agresores.
¿Cómo
podemos eliminar o al menos controlar el bullyng? Esa es la gran pregunta.
Yo diría que los directores de los colegios juntamente
con los profesores deben manejar en forma seria este asunto. Los profesores
tienen contacto directo con sus alumnos y se les debe hacer no tan difícil
identificar quiénes podrían ser los
posibles victimarios y mucho más fácil aun reconocer a las posibles víctimas.
Los
padres como personas mayores debemos de buscar la manera para que nuestros
hijos confíen plenamente en nosotros, así ellos nos pueden contar con más
facilidad lo que les sucede.
Importante
es reconocer si el comportamiento de nuestro hijo ha cambiado, si se lo nota un
poco triste, si no duerme bien y se levanta por las noches, si no desea ir al
colegio. Puede que esté en estado depresivo, hay que tratar rápido de averiguar
la razón y ayudarlo con un especialista.
Mi
historia concluyo con bien, felizmente. Hay que recordar que era otra época,
con tecnología escasa, no había celulares con cámara de vídeo para filmar y
tampoco había Internet para colgar los actos de bullyng, ahora sí, y esto... estoy
seguro que incita a que no desaparezcan fácilmente los abusadores...para una VIDA SANA